Carácter sexuado de los biorritmos
Los conoce usted tan bien como yo: matrimonio entrado en años. Socialmente activa ella, lamenta tener que andar tirando de él, más indolente. Spa, taichí o viajes frente a existencia de sofá, de taller en el mejor de los casos, santuario en que entretenerse con solitarias ocupaciones manuales. Tal vez bici o tal vez bar, siempre en grupos reducidos, con barrera de entrada a la novedad. A partir de cierta edad priorizan los hombres estar tranquilos, lo que conlleva una descarga en sus baterías sociales. La interacción social masculina compara y desgasta, es más agresiva: es para los hombres socializar fase instrumentalizable a objetivos. Las baterías sociales femeninas, por contra, no se apagan con la edad, obtienen ellas placer genuino en socializar. Romper con la rutina, consejo de sana vida en pareja, es concesión a la psique femenina. Menos agobia la rutina al varón, que hasta quizá la tome por método: será la disciplina que permita alcanzar logros.
Economía de los eventos
Lo ya conocido de siempre, repetido hasta la náusea, frente a avidez de novedad. Aburrirse no consiste sino en la soledad de tus pensamientos: qué porquerías no habrán de pensarse para cogerle pánico a las propias ideas. Forzoso adaptarse a una cierta economía de los eventos, que gobierna la ciudad. Otro tanto cabe decir de los omnipresentes viajes, sobre todo entre mujeres fuente de construcción de carácter. El constante ruido ambiental se conjura contra la soledad autoinducida, que a partir de cierta edad tanto parecen atesorar los hombres. Autoinducida, ya que la soledad involuntaria se padece como herida, que es por lo que abrevan los varones siempre de vuelta a la ciudad. No hay en esta vida más que dos clases de persona: quienes sienten que han venido al mundo a pasarlo bien y quienes, por contra, sienten que han venido a dotarse de un propósito. Frente a la intensa vida del frívolo, hace el solemne voto de vida extensa. No colmado tripulando la suya, desearía tripular también las vidas de los otros, pecado de soberbia. Al cabo, no es el frívolo quien acostumbra mandar otros a la guerra.
Tristeza não tem fim
En guardia contra explicaciones puramente materialistas al fenómeno biológico, Max Scheler alegaba que hay en la raíz ignota de la vida un principio de fantasía juguetona: formas y colores en pétalos, plumas y pelajes animales contradicen el principio utilitarista darwinista. Seduce Interstellar por la búsqueda y el diálogo con entidad trascendente desconocida, la crítica almibarada nos recuerda que la fuerza que mueve el mundo es el amor. Si bien tipo de amor particular, el paulino. Se dice a veces que fue Aristóteles el hombre más inteligente jamás nacido, tanto podría decirse de Pablo que fue el más sensible: ¿primer joven sensitivo? A pesar de aquel Buey Mudo del que sabemos fue “el más santo entre los sabios y el más sabio entre los santos”. No obstante, hay amores que matan. Rara vez renuncian los frívolos a la vida, resolución más probable entre quienes la aman demasiado y demasiado esperan de ella: caer con el estrépito de las causas justas, rebotando contra el pavimento.
Muy bueno, cuanta verdad ahí.