Dos caras de un mismo monte
El pasado mes de septiembre, un viejo amigo se dejó caer por mi tierra. Fanático del ciclismo, el pretexto era una etapa de La Vuelta culminante en Espinosa de los Monteros. Desconozco los paisajes de su país, pues mi amigo es criollo, si bien quedó inmediatamente prendado con los tonos de la España húmeda, que recorrimos en moto por carreteras secundarias. Aunque servidor no tiene ya edad de rendir cuentas cuando entra ni cuando sale, una vez en Espinosa lo inusual de contemplar el monte desde flanco sur me predispuso a informar de mi paradero a mi padre, habitante de la ladera norte. Me distrajo el recuerdo de algunas páginas de Ortega sobre montes y perspectivas, desde El Escorial en su caso: una fiesta ir a ver ciclismo conmigo. En fin, réplica de mi padre: “por esos pagos aparecimos en la historia en 1011. En la historia, porque antes ni se sabe cuándo poblaríamos. Con los íberos, seguramente".
Dime-niño-de-quién-eres
A cualquiera que conozca el rural le consta tan pintoresca pregunta, favorecida por territorio ibérico genéticamente compacto desde, a grandes rasgos, la Edad del Bronce. El proceso histórico de la Reconquista a la larga no hizo en esto sino exacerbar la homogeneidad. Más allá de lo inspirado en la conjetura de mi padre, no es menos cierto que fui bautizado en la misma parroquia en que lo fueran mis antepasados por línea paterna desde al menos el siglo XVII. El arraigo presupone el territorio, en aquella arcaica pregunta resuenan ecos de Antiguo Testamento y cultura clásica grecorromana. Al aludirte asociado al nombre de tu casa, procede el labriego mediante genealogías mundanas, no tan distantes a las que griegos y judíos resolvieran poner por escrito.
Materias primas de lo social
Dejado un grupo humano al albur de espacio físico inexplorado, siente la necesidad de organizarlo y parcelarlo, así sea el patio de un colegio como el de un presidio. El territorio es la condición de posibilidad de los hijos. Lo primero que se asegura cualquier conjunto humano es el suelo, más tarde el vientre de las mujeres. Acaso por ese orden, los dos recursos más preciados a disputar: de todo lo demás se disputa para asegurar ese par. Es por ello que las cuestiones morales más acuciantes (aborto, inmigración) son aquellas que apuntan al linaje: cuáles van a verse abortados y cuáles favorecidos; cuántos linajes para cuánto espacio. De las más preciadas herramientas que empleara Clístenes para forzar isonomía a los atenienses fue el rediseño de demarcaciones territoriales y la redistribución en ellas de las antiguas tribus.
Factores de desarraigo
En otras palabras, desarraigó a las tribus como medio para despojarlas de su poder social: los linajes, lazos de tipo orgánico, se vieron así difuminados. Habrá ocasión de aclarar en posteriores entregas virtudes y límites a un orden social dinástico o basado en linajes. Las familias, como los gremios, son cuerpos intermedios de la sociedad, que a menudo sirven de contrapeso al poder político. Sin embargo, las sociedades organizadas por familias, aunque remotamente tribales, no suelen presentar líneas étnicas de fractura. Aristóteles pensaba, sobre lo que hoy llamamos diversidad, que era fuente predilecta de despotismo, sugiriendo la isonomía como prerrogativa de semejantes. Por contra, sociedades étnicamente diversas presentan retos serios de gobernabilidad e integración, perfectamente observables para cualquier europeo en las tres américas que ellos mismos fundaran: anglo, lusa o hispana.
Segregación espacial
Una excesiva diversidad étnica fomenta la desconfianza y, en consecuencia, también el desentendimiento del bien común. Una alta homogeneidad étnica previene hasta cierto punto contra blindar comercios tras desastres naturales (Estados Unidos) o resultados electorales (Francia). En cambio, allá donde un porcentaje relevante de la población no se siente moralmente apelado en tanto parte del demos, abundarán abusos hacia quien no sea percibido como prójimo. De hecho, Estados Unidos exorcizó este inconveniente por medio de una notoria segregación espacial. Prestos a huirle a la diferencia, estamos hoy los europeos en posición de entender mejor dinámicas de segregación espacial/racial (en el fondo sinónimas) típicas de las américas: flota en el ambiente fiebre suburbana.
Control del territorio
Ocurre que Europa no dispone de las vastas extensiones territoriales americanas. Una mayor movilidad social permite allí, a distintas clases sociales, escapatoria del impersonal hacinamiento en bloques, excepción hecha de los negros hijos de la Great Migration. Menos eludible se nos antoja en Europa el conflicto civil, de alta (libanización) o baja (hindustanización) intensidad: las clases populares no tienen tan fácil romper con su hábitat, crecientemente disputado con alóctonos. Las inocultables externalidades negativas de la diversidad étnica, notadas desde el mismo Aristóteles, se encuentran en la actualidad poco menos que proscritas del mundo académico. Pogromos del pasado se despachan hoy como demencia de gentes embrutecidas, no obstante la Europa de próximas décadas bien podría ilustrar sobre límites a progreso moral, tolerancia y convivencia, al punto en que resurjan incluso dinámicas de secesión territorial.