Rumbo a ningún lugar
Se dispone usted a tomar el tren. Una vez en el vagón, observa pasajera descalza, con las pezuñas en alto sobre el asiento contiguo. Tentado de afear su conducta, algo le inhibe: es la hoy omnipresente disipación de la autoridad. Lo primero que echa en falta es su presencia física: revisores, el heroico maquinista deteniendo el tren hasta que la tipa se calce. Al cabo, cae usted en cuenta de que si quisiera arrogársela para sí, le crecerían los enanos: medio vagón le invitaría a ocuparse de sus asuntos, al tiempo que la charo alegaría mala circulación en las piernas. La tan temida fibromialgia, ya saben: ¿hubiera antaño antepuesto la obediencia debida al bienestar personal? En fin, los modales vacunan contra el narcisismo, comunican refrendo de no hallarnos solos en el mundo.
Conocer, para qué
Asimismo, los modales son también conocimiento práctico. Enseñan cómo comportarse y, en ese sentido, son recetas de vida cotidiana. Adquiridos por incorporación de acervo cultural, que es variable entre los pueblos. Distintos órdenes sociales harán depositarios de su acervo a estamentos sociales varios: brahmanes, mandarines, flámines, sacerdotes. El estamento en cuestión queda así revestido de autoridad, lo que faculta a operar como bisagra entre pasado y futuro: intérprete del acervo acumulado, la autoridad orienta al encuentro con el porvenir. Debido a que tradicionalmente la sabiduría se adquiría mediante ritos de iniciación a edades provectas, considera Jouvenel algún tipo de gerontocracia mágica como probable origen del mando político. Conservadora del orden social, la jurisdicción de la autoridad apunta a lo eterno.
Administradores de lo trascendente
Para funcionar, la autoridad requiere de administradores efectivos de su sustancia, la cual suele consistir en el contacto con lo trascendente. El pasado verano acudí a un velatorio. La madre de la fallecida exclamaba voz en llanto: “con todo lo que ha sufrido mi hija y para qué, Dios mío”. Nadie allí, siquiera el cura también paralizado, parecía capaz de ofrecerle consuelo. La mayoría de las personas estamos necesitadas de dirección, justo lo que aporta aquel manual de instrucciones llamado tradición. En cambio, falta hoy estamento ampliamente reconocido como autoridad. En consecuencia, se encuentra por todas partes en retirada el principio de autoridad, lo que exige de cada cual hacerse dueño de su destino, dotándose por su cuenta y riesgo de propósito. Por desigual distribución en capacidades cognitivas y fortaleza de carácter, se rebela como más falaz que caritativa la promesa igualitarista ilustrada.
El saber sí ocupa lugar
Con la sabiduría aumenta la cautela y disminuye el arrojo: sabiduría y valentía no son del todo antónimas, pero maridan con dificultad. Merlín no puede hacer de Arturo, como Gandalf no puede hacer de Aragorn. Ancestral a la tradición europea es el diagnóstico de aquella dificultad, desgajando carisma guerrero del príncipe de carisma pacifista del mago: distinción potestas/auctoritas. Destaca de antiguo al hombre europeo un sano escepticismo ante al poder, como ilustra el incidente de la proskynesis entre Alejandro y sus generales. Tal vez por lo que la vocación intelectual tenga de obsesiva y neurótica, quiso el milenio medieval depositarla en los monjes: el neurótico no hace buen padre ni esposo, pero acaso sea digno custodio de aquel escepticismo. Mal negocio si la potestas absorbe a la auctoritas: cuando los curas ya no sirvan, admítase que aquella función social no podrá jamás permanecer vacante.
1. En Derecho Romano, nos explicaba nuestro profesor que la génesis del Derecho radicaba en la religión. La religión tiene 2 vertientes: trascendencia y orden social. En el neolítico y paleo, religión y magia se confunden. No es de extrañar que el Derecho surja de esta, (la Torah, ley judía) y que el poder político y religioso fuera uno (Faraones) o la legitimidad regia derivada de Dios.
2. La autoridad como el poder no admite vacío. Y si antes era el párroco, ahora la gente busca nuevos elementos que adorar (culto al líder en países totalitarios), Pachamama y cambio climático. La tesis del Pensamiento Crítico en cuanto exige crear nuestras propias ideas falla puesto que no todos estamos hechos para ser líderes.
3. En lo que respecta a la señora que pone sus pies en el asiento, una profesora que tuve, para esos casos, preguntaba al alumno si eso lo hacía en su casa. Hoy creo que sabemos la respuesta. Las desgracias externas no son más que un indicio de las vergüenzas que se ocultan tras la paderes del hogar