Masculin, féminin
Cualquier exceso de lo femenino campará a sus anchas sólo por retraimiento de lo masculino, pues decadencia moral y masculina son un mismo fenómeno. El grado de libertad que una sociedad dada otorga a las mujeres depende siempre del criterio de varones, dicho lo cual enajenarse a un buen porcentaje de éstos difamándolos no parece aconsejable. Toda cultura a lo largo de la historia ha levantado acta a la distinción masculino/femenino, complejizada en ocasiones mediante categorías adicionales, aunque siempre por el método de recombinar aquellas dos, así como todavía hoy se “transiciona” de algo a algo. La distinción, casi la más elemental de toda la vida social, era tan fundamental y originaria que se empleaba incluso para animar lo inanimado: sol y luna se oponen en no pocas culturas desde punto de vista sexual binario.
Cólera de Aquiles
Buscando rehabilitar intuiciones de una vieja autora olvidada como Gimbutas, Joseph Campbell escribió un interesante libro sobre la tradición veteroeuropea de la diosa madre. Entregado a la tarea con encomiable erudición, lo cómico del asunto es que, al querer realzar las formas sociales femeninas, obtiene Campbell justo lo contrario, un alegato apasionado del principio epistemológico masculino. Al reino del todo holístico, indiferenciado y telúrico, opuso el varón una jerarquía celeste, diferenciación y discontinuidad. En definitiva, análisis. Por más que la civilización sea producto de latitudes templadas de base agraria, al caer una y otra vez sobre ella logran los pastores imprimirle su carácter: desde el desierto los semitas, desde la estepa los indoeuropeos. Si bien bajo radar en un mundo constituido de Estados, las coaliciones de varones desarraigados han sido desde siempre “motor de la historia”, pillaje y agresiones físicas o sexuales incluidas.
A quién estorba un patriarcado
El patriarcado es particularmente caritativo hacia las mujeres. Lo que tantas veces se denuncia como tal no es sino encauzamiento y estabilización a nivel social de la agresiva libido masculina, materia en la cual se ha destacado el cristianismo como más acabada forma patriarcal. Por contra, en síntoma de debilidad de carácter exhiben otras latitudes libidos mal desparramadas, casi adolescentes. El relato feminista de que la Iglesia ha coartado la sexualidad femenina está mal enfocado, pues se limitaba el acceso al sexo de las mujeres como proxy, para indirectamente someter la verdadera amenaza a la estabilidad del orden social: la libido masculina. Los sistemas matrimoniales más estables son aquellos capaces de ofrecer emparejamiento a hombres mediocres, mayoría por definición: la competición incesante por el éxito en los más diversos ámbitos centrifuga al grueso de varones, arrojándolos a la irrelevancia. Declaradas hoy en rebeldía, ¿no habrán olvidado las mujeres cómo amar a los modestos?
Nobleza obliga
Feminizar al varón hasta tornarlo empático y deconstruido engendrará anomia equivalente a masculinizar a la mujer, ambiciosa y empoderada. Las mujeres no pueden ser varones ni los varones mujeres: andrógina tierra de nadie que a nadie contenta. Un varón bien resuelto gobierna su propia libido, no la deconstruye en tortilla mal cuajada. Mujer bien resuelta, sobre todo si bella, gobierna su capital erótico. Ímproba tarea para ambos sexos. Hombre atractivo será aquel capaz y competente, lo cual exige a menudo reunir las cualidades de inteligente, sano y fuerte: el auriga con sus dos caballos. Toda agresividad inhibida es una forma de protección, toda protección presupone reconocimiento de autoridad al protector: despojado de autoridad y por ende de autoestima, no habrá varón híper protector. La película Casablanca trata sobre Héctor de Troya, varón que hace lo correcto en demérito de sí mismo. Iluminador contraste frente a caricatura de masculinidad del patán Recio, icono televisivo: no se estila hoy día elogio cinematográfico de la virilidad.
Página salmón
La autoestima femenina no radica tanto en lograr hazañas, como en desvivirse por un sujeto/objeto de sus anhelos, al que encuentren vulnerable. Los varones necesitan logros de los que sentirse orgullosos. Consagrarse a incidir en arena social determinada es la mejor manera de ganarse la admiración de una mujer, sin embargo muchos espacios sociales dan hoy muestras de atrofia. Bajo modelo social en que la principal fuente de estatus sean los ingresos, sobre todo si entran en fase de concentración, difícil sentir se tenga tanto que aportar. La autoestima masculina no depende de mero esfuerzo de voluntad, la estructura económica de oportunidades puede conjurarse contra ella. El varón fía el reconocimiento de su valía a resultar útil a la comunidad moral, hoy entregada a cierta patologización fanática de la masculinidad: what is a man good for. No pudiendo dar a luz, para asirse a la dimensión trascendente queda al varón alumbrar obras, poniéndole el pecho a la vida: mayor arco de personaje, siempre y cuando se sepa emplear bien.